25 de agosto de 2016

"Es hora de replantearnos los prejuicios y escuchar a las trabajadoras sexuales"

María Riot es Trabajadoras Sexual y actriz porno. El jueves 18 de agosto, durante la charla "Putas y Feministas: Trabajo Sexual en primera persona", leyó un texto de su autoría. Lo compartimos.

Por: María Riot

Se dicen muchas cosas sobre el trabajo sexual y generalmente quienes las dicen no son trabajadoras sexuales. Lo que nosotras queremos, tanto en este encuentro como con nuestra militancia cada día es llevar nuestras voces a cada vez más personas y que se nos escuche, dejando de lado todo prejuicio e ideas que se tengan sobre la prostitución, el trabajo sexual y quienes lo ejercen.

Creemos que toda experiencia es válida y que el trabajo sexual se puede vivir de muchas maneras. Hay diversas formas de ejercer y de vivenciar la prostitución, por ejemplo, en esta mesa hay dos trabajadoras sexuales que trabajan de forma distinta: Georgina en la calle, yo por Internet. Ninguna manera es más válida que otra, sino que son distintas y la historia de cada una es única. Las experiencias de las putas son variadas. No todo es blanco y negro. No todo es trata o puta feliz, como nos suelen llamar a nosotras. Hay que hacer lugar a las diferentes voces y experiencias, no suponer, no imponer una visión y opinión sin conocer desde adentro, sino darse la posibilidad de escuchar a quienes realmente vivimos el trabajo sexual y no creer una experiencia como la única universal.

Yo empecé a ser trabajadora sexual luego de muchos otros trabajos donde el sacrificio y esfuerzo que hacía no representaba para mí una buena retribución económica ni me generaba nada positivo personalmente. Yo no quería estar 10 horas en un local de ropa por 15 pesos la hora, cumpliendo horarios y trabajando para alguien más, un trabajo elegido por muchísimas personas hoy en día, pero que yo no podía seguir adelante. Desde chica se me enseñó que había que sacrificarse todos los días y trabajar duro para conseguir lo que quería, pero así vi cómo mi familia sufrió el tener que llevar adelante un negocio por sobre todas las cosas y tener dinero que después no se podía disfrutar por tener que estar todos los días a las siete de la mañana manteniendo un negocio. Empecé a pensar en la prostitución al ver todo eso, al darme cuenta que yo quería disfrutar mi vida el máximo posible y que no quería perder todo el día encerrada en un local trabajando para alguien más. Vi en la prostitución una salida laboral buena que dentro de todo me veía capaz de hacer y que con eso podía mejorar mi calidad de vida más que con otros trabajos.

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Durante tres años viví el trabajo sexual con culpa, sin contárselo más que a pocas personas. Lo justificaba diciéndome a mí misma que era algo temporal para poder llegar a cumplir ciertas metas, que generalmente era pagarme pasajes porque quería viajar y buscar una mejor calidad de vida en España y empezar allá una carrera en la pornografía feminista, algo que acá no había. Fue hasta hace algunos meses atrás que me saqué toda esa culpa, que me desprendí de un montón de prejuicios que yo misma siendo trabajadora sexual tenía, por lo que entiendo totalmente cuando alguien se acerca o nos dice algo con prejuicios, porque yo también cargaba con ellos hasta habiendo decidido ser trabajadora sexual.

No fue hasta que empecé a leer cada vez más a Georgina*, que me di cuenta que yo no estaba haciendo nada malo y lo que estaba viviendo como una carga en realidad no era nada de que avergonzarme. Las putas fuimos marginalizadas, estigmatizadas y criminalizadas por muchos años y lo seguimos siendo y eso recae en todos nosotros, seamos putas o no. Se nos persigue por el solo hecho de decidir qué hacer con nuestro cuerpo, de decidir querer trabajar con nuestra sexualidad en vez de con otra cosa, haciéndonos querer vivir con culpa algo que muchas queremos vivir libremente y hay miles de personas que tienen que vivir escondidas y sufriendo porque la doble moral de otros les quiere marcar que es lo aceptable y digno y cuáles son las normas que tenemos que seguir. Yo también sufrí eso y hace unos meses atrás jamás me hubiera imaginado estar hoy acá poniéndole voz a mi experiencia y hablando de trabajo sexual en primera persona. El estigma que hay sobre la prostitución es muy grande y es lo que a muchas nos hizo callar y por lo que la mayoría de las trabajadoras sexuales no hablamos. Porque además de tener que padecer el miedo a lo que puedan decir de nosotras, cuando hablamos quieren callarnos.

Hoy en día digo con orgullo que soy trabajadora sexual porque es lo que soy y forma parte de mi identidad. No solo es mi trabajo y sustento económico, sino que encontré en Ammar** mi segunda familia, mi lugar y también mi forma de aportar a que el mundo cambie y sea un lugar mejor y más libre para todos.

Nosotras, como se suele hacer al hablar de prostitución, no hablamos de nuestra vivencia como la única para todas, sino que solo mostramos la nuestra y exigimos derechos para todas, ni más ni menos. Solo queremos que también se escuchen nuestras voces, que dejemos de mostrar una experiencia como la única indiscutible, y que aceptemos que todos tenemos realidades distintas y que merecen ser visibilizadas, tenidas en cuenta y respetadas. Ni siquiera pedimos que se pongan en nuestro lugar, porque muchas personas no pueden o es eso lo que les genera rechazo o imposibilidad de entender la prostitución: como es algo que jamás harían, no entienden cómo otras podemos hacerlo. Lo que pedimos es que simplemente entiendan que no todas las personas somos iguales, sino que hay diversas maneras de vivir nuestras vidas y nuestra sexualidad y lo que aceptamos hacer o no con nuestros cuerpos, y que nuestra decisión merece ser escuchada y respetada.

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Es verdad que yo, al lado de otras compañeras, estoy en una situación de privilegio, ya que muchas tienen que soportar condiciones más duras y la persecución policial, pero es justamente este privilegio lo que me muestra que mucho de lo que se dice de la prostitución tiene que ver con las malas condiciones laborales, las injusticias económicas, la desigualdad y la poca posibilidad de elección y no con el hecho de vender servicios sexuales. Yo pretendo politizar la posición que me da este privilegio para así tener la posibilidad de hablar públicamente y pedir mejores condiciones para todas.

Es triste que haya personas que se crean con el poder de decirnos qué hacer con nuestras vidas, con nuestros cuerpos, específicamente con nuestros genitales. Para muchos, es algo sagrado y que guardan solo para alguien que les atrae o aman, y para otras personas, es simplemente una parte más de nuestra corporalidad que además podemos usar como herramienta de trabajo. El feminismo anti putas es el feminismo que no quiero, porque sigue queriendo controlar a las mujeres, poniéndolas en un lugar de incapacidad de elección o como seres poco pensantes, queriendo decirnos qué es lo que tenemos que hacer o que es lo que está bien o está mal, cuando en realidad nuestro feminismo, el feminismo de las putas, aboga por poder hacer lo que queremos de nuestros cuerpos y en las mejores condiciones posibles. Negar esa posibilidad es poner en un lugar precario a quienes lo eligen o no, y querer prohibir algo solo lleva a que quienes lo hagan estén en un lugar cada vez más marginalizado y clandestino.

Es hora de replantearnos los prejuicios y escuchar a las trabajadoras sexuales.

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Texto leído el 18 de agosto de 2016 durante la charla "Putas y Feministas: trabajo sexual en primera persona", en la que María Riot participó junto a Georgina Orellano y Mónica Siqueira. La actividad fue organizada por Clivaje y la Secretaría de Géneros y Diversidad del Nuevo CECSo-UBA (Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales-Universidad de Buenos Aires).

*Georgina Orellano, Trabajadora Sexual y Secretaria General del Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Argentina.

**Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina

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